La familia Alperovich-Rojkés y su entorno más intimo cerraron ayer la serie de declaraciones testimoniales en el juicio oral por el asesinato de Paulina Lebbos y el posterior encubrimiento del crimen. Sus presencias habían despertado muchas expectativas, pero sus dichos no aportaron mucho.
Gabriel Alperovich fue el último miembro de la familia que atestiguó ante el Tribunal. Lo hizo en la audiencia de ayer, acompañado en la sala por sus hermanas, Mariana y Sara, y su hermano Daniel, allegados, seguidores y algunos políticos alineados al alperovichismo, como Roberto Jiménez, ex secretario de Trabajo. “Siento que nunca debimos haber entrado (a la causa). Siempre estuve tranquilo. Sentí el peso de la vinculación al explicarles a mis hijos que tengo que declarar como testigo, después de que dictaran mi sobreseimiento y de todo lo que pasó. Pero si nos vuelven a llamar, vamos a estar, como lo hicimos hasta hoy”, expresó el mayor de los hijos varones de José Alperovich, ex gobernador de la provincia.
“Mi papá no encubrió a nadie, por eso prestó declaración (por escrito, ya que cuenta con fueros por ser senador). Por eso también estamos todos acá”, añadió al salir de la sala de juicio oral del Palacio de Justicia, en barrio Sur.
A partir del 18 de septiembre, los testigos citados a las audiencias estuvieron relacionados de alguna forma a “los hijos del poder”, una de las líneas de investigación durante la instrucción por el crimen de la joven, quien desapareció en febrero 2006 y apareció sin vida al mes siguiente.
Uno de los que se presentaron ante la Sala III en lo Penal fue Daniel Paz, ex chofer de Alperovich, quien fue detenido por posible falso testimonio luego de sus exposiciones. También comparecieron Sergio Kaleñuk, hijo del ex secretario privado del entonces gobernador, Alberto Kaleñuk; Gustavo “El Gordo” González, miembro de la barra brava de Atlético; y Daniel Deiana, titular de la Mutualidad provincial. El Tribunal difirió para la sentencia final su definición respecto de la situación procesal de Kaleñuk, asesor de presidencia de la Legislatura, ante el pedido de detención por supuestas contradicciones.
El martes de la semana pasada, Beatriz Rojkés abrió la ronda de testimonios de los integrantes de la familia Alperovich. “No puedo dar precisiones; para mí, el hecho fue muy doloroso. Primero, teníamos toda la esperanza puesta en encontrarla con vida. Después apareció el cadáver. Y eso era lo suficientemente doloroso para mí, y no era mi tarea hacer algún tipo de investigación ni de pedir explicaciones”, enfatizó la esposa del ex mandatario.
Posteriormente, Gabriel y Daniel Alperovich respondieron preguntas de las partes. Ambos testigos, al igual que su madre, repitieron que “no recordaban” distintas situaciones de 2006: si habían accedido a datos oficiales de la causa, si se tomaron medidas gubernamentales para la búsqueda o dónde habían estado el 26 de febrero de ese año, cuando desapareció Paulina, entre otros puntos.
“Los ministros no acostumbraban a hacerme comentarios y hacerme participar de los temas de gobierno”, enfatizó Rojkés.
“Los cargos”
“No tengo dudas de que el clan Alperovich tuvo una responsabilidad ideológica, de acuerdo con las declaraciones de Beatriz Rojkés, al proteger a los encubridores. Los sostuvo en sus cargos”, manifestó ayer Alberto Lebbos, padre de la víctima. “El matrimonio Alperovich-Rojkés no puede eludir la responsabilidad: eran los mandamases. El propio hijo, Daniel Alperovich, hizo esa referencia cuando le preguntaron quiénes eran ‘los hijos del poder’. Respondió: ‘Nosotros, mi hermano Gabriel y yo’”.
Lebbos, por otro lado, apuntó a la convocatoria de militantes y políticos durante esas jornadas judiciales. Entre otros, estuvieron los ex funcionarios Daniel Toledo, Eduardo El Eter, Oscar Mirkin y Alberto Olea. “Trajeron patotas. Pensaron que iban a intimidar al Tribunal o a nosotros. He visto a empleados públicos que se escaparon de su lugar de trabajo. Eso, sumado a las declaraciones evasivas y mentirosas de Rojkés de Alperovich”, finalizó.